La polémica entre historia oficial y revisionista carece de sentido. Los historiadores actuales investigan hechos y documentos históricos sin guiarse por historias oficiales o revisionistas. A pesar de las despiadadas críticas sobre la historia oficial, considero que esta es más moderada, menos sesgada y sobre todo menos fanática que la historia revisionista. Ponen énfasis en las expresiones de Sarmiento (“cuyano alborotador” bocón y de mal carácter) ignorando la época (muchos países con monarquías absolutistas y otros con esclavitud legalizada) y despreciando la gran obra del sanjuanino que determino que Argentina estuviera alfabetizada aun antes que la mayoría de los países de la vieja Europa. Insisten en la campaña del desierto de Julio A. Roca, que llevó la soberanía de la patria a los límites actuales y ocultan la campaña del brigadier Rosas, que mató el triple de indios ocupando muy poco territorio. La oligarquía argentina siempre existió: apoyo a los próceres de mayo, fue el sostén de Juan Manuel de Rosas y determinante en la llamada generación del 80. La oligarquía, que tenía el poder económico, se convirtió en actor político a partir de esa época. Hoy padecemos la oligarquía de los políticos y sindicalistas, que ingresaron pobres y se enriquecieron al tomar el poder del Estado. Es decir, el camino inverso de la anterior oligarquía. A los pecados de la Iglesia, que ella misma reconoce, hay que evaluarlos teniendo en cuenta la época: la Edad Media, plagada de guerras de religión y de países que dirimían sus límites guerreando. Entonces, la conducta de los reyes y nobles era aún más cruel explotando a los campesinos y la única institución que podía defenderlos era la Iglesia; es muy significativa la rebelión de los campesinos en la Alemania feudal en la época de Lutero. Está claro que la historia revisionista es un aporte más pero no es la propietaria de la verdad; hay que profundizar los conocimientos y no limitarse a los primeros relatos.
Luis Ovidio Pérez Cleip
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